“Tanto en la vida como en el ajedrez camina siempre adelante” – Después de decirlo dió un gran suspiro, despacio vio el tablero de ajedrez se acomodó en la silla del comedor y de un movimiento me ganó por tercera o cuarta ocasión en ese juego para el cual Dios no me ha dado entendimiento. He de reconocer que yo no era el motivo de esas visitas que entre una copita de vino, tres juegos de ajedrez y muchas discusiones de política y filosofía se acababan a las tres o cuatro de la mañana.
No me acuerdo cuando lo conocí, ni de cuando lo adopte como parte mía, no se si como un tío o como un abuelo, pero sí mío. ¿Cómo me refiero a él? como el Ingeniero Rico, ya que no podría tener otro nombre una persona que nació para ingeniar mil un formas de curar a un árbol, acabar con una plaga, cuidar un jardín o una cura para el resfriado común que puede acabar hasta con la sinusitis, invento el cual nunca quise probar. ¿Rico? Claro que rico en sabiduría, rico en historias de esas del viejo Chihuahua, del maravilloso México que brindaba miles de oportunidades al que quisiera trabajar, ese México que al igual que muchos quiso formar y hacer grande.
¿Cómo no va a ser Rico? Si su corazón es tan grande que ha dedicado su vida a salvar árboles enfermos, con paciencia y amor, amor a esa tierra que entrega sus frutos para beneficio de nosotros y que solo gente tan grande como él puede estar consiente de eso.