lunes, abril 24, 2006

Amistad


Desde que salí de la secundaria mucha gente me dijo que los años de prepa serían los mejores de mi vida, que conocería a mis amigos para toda la vida, que las experiencias que iba a vivir serían las más importantes y que el proceso de crecimiento en esos años sería difícil pero muy gratificante.

Cuando entre a la preparatoria tenía 14 años 10 meses, recuerdo que el primer día me fui vestida moderna pero coordinada, pantalón rosa, blusa rosa y chaleco blanco, ¡era la primera vez que iba a clases sin uniforme!. En el cuarto año casi todo el año fui “amiga” de una niña con problemas en su casa, debido a esto echaba mucho relajo al final su indecisión en la vida me afecto en un proyecto final de computación ya que de último momento decidió hacerlo con otra persona, yo estaba sola y sin equipo, algo molesta pero las cosas pasan por algo, alguien más no tenía equipo y era Judith. Fue así como empezamos a tratarnos más hasta consolidar una amistad. Ella no estudió en el mismo grupo que yo quinto año, el sexto año ella se fue a área dos y yo a área uno, pero no había día en el descanso que no nos viéramos ni día que no nos regresáramos juntas a nuestras casas, salidas al cine, platicar en las escaleras de mi casa horas, estudiar juntas matemáticas, química, física, clases de oratoria juntas, una amistad de ayuda mutua, sinceridad y algo que te dice que durará toda la vida. Platicábamos de todo y nos llevábamos muy bien, ella decidió ir a estudiar a León (Guanajuato) y yo pues iba a estudiar en México. Me dolió tanto que se fuera, era mi amiga, mi mejor amiga de la prepa, con quien quería aprender mas cosas, a la que le diría todos los detalles de mi primer novio y mi primer beso.

Seguimos en contacto algún tiempo, no todos los días pero si de ves en cuando, hablábamos, cuando ella iba a México nos reuníamos con otras dos amigas a desayunos de 3 o 4 horas, había que ponerse al tanto de que había sucedido en tanto tiempo sin vernos. El correo electrónico no facilito mucho las cosas, pero si hizo que estuviéramos un poco mas en contacto, a veces ella entraba a l Messenger y platicábamos un micro rato, después los mensajes por celular y las llamadas de cumpleaños.

Siete años pasaron, casi cinco seguidos sin vernos, el último año apenas intercambiamos mensajes, pero viendo las vacaciones próximas y como ella cuando va a México tiene poco tiempo, vine a verla. Los días anteriores al viaje, ya que había pedido permiso y estaba casi todo listo, estaba muy nerviosa, mis últimas experiencias con amigas nuevas han sido escabrosas en definitiva soy una persona difícil de tratar, además seguramente hemos cambiado no nos reconoceríamos una a la otra, aún así mi corazón decía: “Es Judith no puedo haber cambiando mucho a lo mejor la piel y el modo de peinarse, pero el sentimiento sigue ahí, debe de seguir ahí, debe de ser la misma persona sencilla que se esfuerza para ser buena en todo, la que se ríe de mis malos chistes y la que es capaz de comprender mi media poesía”.

Cuando llegué a la Terminal de Camiones, ella no había llegado le hablé por teléfono para enterarme que iba llegando, lo primero que vi fue a su hermana bajando del auto, y luego ella, lo evidente es que había bajado de peso, físicamente había cambiado mucho, ya no somos tan iguales, después de un abrazo que no se como dar no se que decir, se tan fuerte tan madura, porque sigo siendo yo la misma niña de la prepa, pero si ella era ¡Judith!

Llegué a su casa, comía, platicamos y al final de cada frase nos veíamos y yo pensaba: “Dios como hemos cambiado, ¿porque hemos cambiado tanto?, ¿sigue la esencia?”. Faltó un día para redescubrirnos ver que seguía igual, ver como la vida había moldeado de distinta forma el carácter de las niñas de dieciocho años que querían comerse el mundo de dos mordidas, el pacto ahora sería ser “sinceridad, verdad”, se sella con una probada a unas deliciosas enchiladas mineras y empezamos otra vez. Hicimos lo que mas nos gusta, lo que aprendimos hacer juntas: “conocer el mundo”. Entre edificios coloniales de Guanajuato, lecciones de independencia, recordamos lo que vivimos juntas, lo que nos había pasado y no habíamos contado, lo que nos dolía aún, lo que seguía igual, lo que había cambiado, quitemos las palabras las anécdotas, te puedo contar todo lo que me ha pasado, pero ella, ella puede saber que sentí con ver mi mirada.

Cuando llegamos al Teatro Juárez me sentí en armonía, con el mundo con ella, empezamos a jugar a sentirnos mujeres del porfiriato, si seguimos siendo las mismas niñas, ahora con 7 años acuestas, con caídas y raspadas, pero esto me lleva a confirmar que no, no fue un nuevo principio, no pudo ser un nuevo principio solo un:

“Mira aquí sigo tengo esto del pasado, me he caído pero me he levantado, gracias por estar ahí para darme una palabra de aliento, gracias por recibirme otra vez con los brazos y el corazón abiertos, gracias por seguir entendiendo que es lo que siento, si esto seguirá, esto no se acaba aquí porque no se acabó allá, seguiremos porque uno de los amores mas bonitos que Dios le dio al hombre fue el amor de la AMISTAD”

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