jueves, agosto 04, 2005

No me regañes no eres mi madre ni mi padre


Ayer que terminaba de leer "Nuestro Primer Cigarro" de Horacio Quiroga, me acordé de la primera vez que mi tía Luz María intentó regañarme y de todo el alboroto que armé, me asombra como un niño de 11 años puede buscar la venganza, claro yo no fui la excepción.

Pues resulta que una de la fiestas anuales de Santa Cecilia, estas que son familiares, a las que nadie quiere ir, pero cada año se reúne la familia ya que es la fiesta patronal del pueblo de mi abuelo y sería pecado faltar, era una de estas donde la mayoría de los invitados eran amigos de mi padre, pues también el gasto fuerte era de mi padre. Esto a mis tías no les agradaba demasiado, pero como buenas hipócritas nada le decían ni a él ni a mi abuela, claro esto argumentando que era por conservar la paz familiar.

La fiesta se hace aún anualmente en la casa del pueblo de Santa Cecilia, Xochimilco, que era de mis bisabuelos, es una casa sencilla pero con paredes de medio metro hechas de pura piedra, en la cocina tiene estufa de carbón, toda echa de tabiques, esta era una estufa de carbón moderna porque tiene la tarja junto y unos adornos de azulejo blanco, después de la cocina tiene un cuarto con una cama, para el que se quiera quedar a dormir en Santa Cecilia, en esta casa no vive nadie, y los muebles que tiene son los cachivaches que algún miembro de la familia ya no quiere en su casa, después tiene un espacio que da a la calle en el cual el día de la fiesta se pone una mesa que generalmente ocupan los consuegros de mi tía Olivia, y después un cuarto grande con una venta a la calle donde esta el comedor y la sala, y que también se llena de mesas el día de la fiesta. El cuarto, el comedor y la cocina tienen puerta al patio, en donde el día de la fiesta cuando mi abuelo aún tenía fuerzas ponía un malteado, mesas y sillas para recibir a más invitados.

Una de mis tías, era la típica solterona de la familia, si aquella que en la juventud tuvo buenos pretendientes pero por atender a su madre y por falta de valentía no se casó (digo era porque en este momento tiene tres años de feliz matrimonio), pero en ese tiempo le echaba toda la culpa de su soltería a mi padre, porque él le había espantado a todos sus pretendientes, claro que esto no se lo decía a él, disfrutaba decírmelo con la esperanza que yo bajara del pedestal donde tenía a mi padre, y pues en el pedestal también estaba ella, porque de niña yo la veía como el triunfo del feminismo, una mujer que ganaba bien y era feliz sin la ayuda de un hombre, pero desgraciadamente ese día me di cuenta que tan infeliz era.

Pues el cuarto que tiene la cama, tiene una ventana que da al patio, esta en vez de cortina tenía una persiana horizontal verde, que en ese entonces para mí era muy pesada, la persiana colgaba de dos endebles tornillos y estaba a punto de caerse, yo en la mañana había dicho: “esto esta a punto de caerse” pero como la sabiduría de una niña de 11 años no es tomada muy en cuenta por los adultos no hicieron nada por evitarlo. En la noche mi abuelo se sintió un poco mal y aún había invitados en el patio, entro al cuarto seguido de mi tía Luz María, yo estaba ahí y se me hizo fácil pararme y cerrar la persiana pero en mi intento por desatorarla jalé demasiado fuerte y se calló, lastimándome los brazos lo cual no me dolió tanto sino lo que siguió, mi tía volteó a verme con cara de repudió y de rabia, me grito algo así de que no podía hacer nada bien, que había hecho una desgracia del cuarto, que todo lo hacía mal, las palabras exactas no las recuerdo porque estaba intentando reparar el daño y porque desde ese entonces me bloqueo cuando la gente me grita. Eso me dolió tanto, pero yo no se porque no lloré solo salí de ahí y le dije a mi madre “¡ya vámonos!”, mi madre le dijo a mi padre y como no eran años buenos para nosotros mi padre accedió sin mucho protestar.

En esas fiestas al día siguiente se tiene que ir al recalentado y después a dejar la casa como sino hubiera habido fiesta, mi padre me despertó y me dijo: “Ya nos vamos a Santa” a la que conteste “yo ya no quiero ir” mi padre extrañado ya que sabía que esas fiestas eran de mi agrado me preguntó porque y sin mas ni mas, sin pensar en las consecuencias le dije “porque ayer me regaño mi tía Luz María por que tire la persiana verde” justificándome y casi llorando continúe “pero yo no tuve la culpa ya estaba sujeta con dos tornillos y ya se iba a caer” mi padre me abrazó y nos fuimos. Cuando llegamos mi padre le habló a mi tía y le dijo “Si Katya hace algo malo y se tiene que reprender dime a mi, solo yo y su madre le podemos llamar la atención, no quiero que le vuelvas a llamar la atención y mucho menos a regáñala” mi tía volteo la mirada hacia mi, de esas miradas que fulminan, yo ya estaba llorando como único medio de defensa y atrás de mi madre, y los tres en seguida salimos de ahí, después de eso por un momento pensé "eso le pasa por regañarme".

Santo remedio ninguna de mis tías me volvió a decir algo, no se meten en mi vida, la relación después de eso se ha ido distanciando y no han ayudado para nada algunos hechos mas dolorosos para mí, ni que cada que intentar decir algo de mis padres les contesto con sutileza, debo reconocer que ese regaño fue una de las primeras cosas que le quitaron a mi tía la admiración que le tenía, la menopausia de ella fue dura y desgraciadamente mi padre y yo nos llevamos los malos humores. Pero si puedo decir algo, ella nunca se volvió a sentir con autoridad sobre mí, pero tampoco pudo volcar su amor maternal sobre mí, porque a partir de ese día ella creo una barrera entre nosotras, que yo he respetado, pero aún así creo que la sigo queriendo aunque ya sin admiración.

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